Sé que muchas personas son fanáticas locas de los masajes, como mis amigos Vivi y Javier, que creo que se hacen todas las semanas masajes y son una gran fuente de rélax para ellos. En mi caso, siempre vivo idealizando el momento en que me podré hacer un masaje y lo imagino hermoso, con una música de fondo deliciosa, con inciensos de olores agradables y yo ahí postrada con todos los kilos de mi cuerpo, a merced de unas manos desconocidas que me golpetean y amasan las carnes a su antojo y sin ningún pudor.
Por mi cumpleaños en el mes de febrero, mi querida amiga Mónica, conociendo de mi necesidad por encontrar fuentes de relajamiento, me regaló un masaje sueco en Specchi. No tenía idea que así se llamaba, pero conforme me enteré en la web, es el masaje tradicional para relajar tensiones y aliviar el stress. Por supuesto hay miles de variedades, el masaje terapéutico, que claramente debe ser si tienes algún problema médico, cosa que de hecho buscaría hacerlo en un lugar recomendado por un doctor y no en un Spa, pero bueno. Tenemos el masaje con pepitas de uvas, que es uno de tratamiento antiedad, cosa que recién me entero. Que pena no haberlo leído mejor, porque cuando llegué al Spa el día lunes, la señora me dijo que debería hacerme este masaje en lugar del sueco. Yo sonreí gentilmente con su sugerencia y le dije que quería hacerme el masaje que la persona que me lo regaló pensó que era el mejor para mi. No debí ser tan educada! básicamente me dijo con una bella sonrisa que mi cuerpo decadente necesita con urgencia algo que no lo haga ver tan viejo. Lo cierto es que no creo que unas pepitas de uvas podrían hacer mucho por mi cuerpo pero en fin...
Así que me fui muy contenta, como comenté líneas arriba, a mi masaje sueco. La mejor hora, decidimos Tania y yo que aprovecharía en hacerse una limpieza facial, es la 1:30, así que corrimos, comimos, mejor dicho, nos embutimos, una rica ensalada de San Antonio y fuímos a entregarnos al placer del rélax.
Por supuesto yo tenía que regresar a trabajar inmediatamente después del masaje y claro que tenía un montón por hacer!
El hecho es que me recibió esta señorita masajista que tenía una voz de angelito toda ella vestida de blanco, me ordenó quitarme la ropa y apagar el celular y me dio mi bata con mi ropa interior descartable y mis zapatillas también descartables. Así que obediente me dirigí al cuarto de masajes, donde efectivamente había música de fondo e incienso (o velas???) me lancé con toda mi humanidad en la camilla y me abandoné a sus manos.
Debo confesar que por mucho rato disfruté del bendito masaje, pero repentinamente me empecé a poner tensa porque también me habían quitado el reloj y no sabía si estaba tarde para la oficina. Pero lo que si me preocupó tremendamente es cuando me empezó a mover los pelos en un masaje a la cabeza, sin tener la mas mínima consideración respecto del estado en que quedaría mi cabeza y el hecho que debía ir de frente para la oficina.
Efectivamente, terminó el masaje, me fui a cambiar y me miré en el espejo y me daba vergüenza ajena. Parecía que me hubieran esparcido mantequilla Laive en el pelo y que no me lo hubiera lavado por semanas! No podía aparecerme así por la oficina! no me quedó otra alternativa que dar un salto a la peluquería al lado del spa y pedir que me laven la cabeza y me cepillen los pelos, llegando por supuesto, 45 minutos tarde a la oficina.
Pero al menos no he pasado por hechos bochornosos como el de mi amiga Vane, cuando escogió su masaje tonificador y vino un hombre gigantesco con unas manos del tamaño de toda su cara y le contorsionó las piernas a niveles insospechados, por supuesto con la ropa interior descartable puesta, que no es que cubra mucho, digno de una porno light. Y a su esposo Pollo a quien la masajista asignada usaba sostén 40 D, así que imaginarán que el masaje de Pollo no fue solo con las manos de la masajista y consiguió cualquier cosa menos relajarse. Las de teterecas grandes tenemos nuestras limitaciones y la masajista debería tenerlo claro.
En fin... quizás tuve un breve momento de relax, pero algo, que deben ser nudos de tensión, apretó esta niña-ángel que ahora me duele el cuello y la espalda espantosamente. Debe ser la falta de costumbre creo yo...
Ahora me falta usar el regalo de Vale y Gus, mi exfoliante con pepitas de maracuyá, que no sé que propiedades tendrá, pero esperaré a crear nuevamente mi fantasía de masaje una vez se me pase este dolor y lo usaré feliz asi salga nuevamente acalambrada.
La única vez que me hice un masaje relajante juré que sería la última. Terminé más estresada pensando en la espalda de la pobre masajista.
ResponderEliminarY esos masajeadores del cuello no los uso JAMÁS. Termino con un dolor de cabeza que mejor ni te cuento.
No me gustan nada los masajes y lo he confirmado haciendome uno, terminé mas nerviosa que cuando empecé. Un saludo
ResponderEliminarPiensa mal y acertarás: el masaje capilar lo hacen justamente para que los clientes recalen en la peluquería a lavarse urgente la grasa que te dejan en el pelo.
ResponderEliminarGaby fácil que tienes razón! porque con la cabeza de loco de la calle imposible ir a ningún lado!
ResponderEliminarSolo precisar que la gorda Claudia que la masajea no soy yo!
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