domingo, 27 de abril de 2014

El Mundial y las Figuritas

Ya viene el Mundial de Fútbol y eso me tiene muy emocionada.  Es la única temporada en que le agarro gusto al fútbol, lo disfruto y me entretiene.  Me gusta seguir de cerca cada partido, aprender los nombres de los jugadores, ir viendo como se van cerrando las llaves y acercándose a los finalistas, mucho entusiasmo en general, pese a que Perú no es parte de la fiesta.

Este año el espíritu empecé a formarlo llenando mi álbum de figuritas del mundial.

Y este entretenimiento, nada barato por cierto, acerca niños y adultos, manteniendo a través de los años el "yala" y "nola".

Recuerdo cuando era niña, siempre fanática de los álbumes,  al tanto de cual salía para pedirle a mi mami que lo compre y empezar con toda la historia del llenado.  En esa época la cosa era mas compleja.  Tenía que acomodarme en la mesa del comedor con mi álbum, mis figuritas y mi goma blanca, para pegar una a una del borde superior en la casilla que correspondía; sólo en el borde superior porque al levantar la figurita habían leyendas con explicaciones de lo que cada cromo traía consigo.  Hasta que salieron las figuritas autoadhesivas ¡Toda una revolución!

Mi primer  álbum autoadhesivo fue el de Sarah Kay, no sé si las contemporáneas la recordarán, pero es una muñequita que solo vi en stickers, de colores pasteles, con sombreritos grandes e inflados que amarraban al cuello y ropita de aldeana con mandiles, al mejor estilo de la Familia Ingalls.  Siguió el de "Love is..."  ¿Recuerdan a esos muñequitos calatitos hombre y mujer? Siempre traían mensajes sobre lo que era el amor.

En esa época llenar un álbum costaba mucho esfuerzo.  Mi mami me compraba figuritas y me daba propinas que usaba enteramente para ese propósito.  Corría al kiosko de la Av. Petit Thouars para, en el mejor de los casos, comprar 5 paquetitos.  El llenado era lento y tortuoso.  Te pasabas recreos enteros en el colegio deambulando con tus repetidas para intercambiar con tus amigos.  Tengo clarísima la imagen, sentada en el piso, cerca a una gran pared de arbustos que separaba un patio de otro, con las piernas cruzadas como indio, y la gente que se movía de un lado a otro para hacer el cambio.  Una por una, dos, por dos, tres por tres.  Ninguna posibilidad de que te entreguen todas las que te faltan sin entregar igual número a cambio.

Tampoco existían los negocios colaterales (o al menos nunca me enteré).  Nunca tuve la posibilidad de ir al mercado cercano o al mismo kiosko a comprar a mayor precio las figuritas que me faltaban.  O quizás mi mami no me abría esa posibilidad... Acaba de surgirme la duda.   Lo que recuerdo claramente es que podías ir a Editorial Navarrete a comprar esas últimas difíciles de conseguir.

Hoy de adulta y con mayor poder adquisitivo, quiero llenar el álbum en una.  Compro un paquetón con 100 sobres en una sola y 50 sobres más para procurar llenar el álbum rápido, mando al mercadito con mi lista a comprar las faltantes y aplico el intercambio electrónico por facebook, fijando encuentros en el colegio de las chicas para entregar os sobres pre armados con todas las faltantes.

La verdad es que yo si disfruté mucho tener mayor capacidad adquisitiva que la que tenía de niña para armar el álbum rápido.  Para otros ya no es lo mismo, lo mejor era sufrir desgarradoramente para conseguir cada cromo faltante.

Sea lo que sea... Ya viene el Mundial y habrá que organizar reuniones con futboleros para ver el fútbol en mancha, habrá que robarle horas al trabajo para ver algunos partidos en horas incómodas, habrá que sacar vacaciones si hay algún partido interesante que no quieres correr el riesgo de perderlo  y habrá que participar en alguna polla organizada (para los españoles, no es lo que piensan, se trata de apostar por resultados y equipos), donde participo por supuesto con mis preferencias y no necesariamente con la razón y por supuesto, habrá que envidiar a aquellos que se van para Brasil a disfrutar de este espectáculo.

Que empiece ya!!!

jueves, 3 de abril de 2014

Diferencia de Generaciones

El otro día arreglaba el hermoso mueble blanco que mandé a hacer para mi salita de televisión, cuando me topé con un antiguo álbum de fotos con recuerdos de un simpático viaje que hice con mi amiga Elika.

Empecé a mirar con nostalgia aquellas fotos, tratando de obtener objetividad frente a a los recuerdos que ellas me evocaban, cuando me fue evidente lo malas que eran todas. No solo era ese color tan opaco que tenían, quizás desteñido con los años, sino que en muchos casos, presentaba partes oscuras, evidencia de mi dedo colocado en el flash a la hora de tomar la foto.

Recordando la visita al zoológico que hicimos en dicha oportunidad, encontré una foto donde pretendía retratar a un homogéneo grupo de ratoncitos sobre un tronco, probablemente artificial, descansando uno sobre otro.  Pero lo peculiar de la foto era que todos los ratones estaban de espalda.  No retraté una sola cara de ratón ni un solo bigote.  Solo varios pequeños traseros, todos de color marrón con blanco, con sus colitas colgando del tronco, arrinconados en una esquina de la foto, con un cierto brillo, probablemente producido por el impacto del flash sobre el vidrio que cubría el espacio de los ratones y una zona oscura en la otra esquina.  Detrás de la foto, escribí, para quienes no le quedaba claro, "un montón de ratones".

Me empecé a reir ruidosamente ante la mala foto que tenía delante, cuando se acercó con curiosidad una de mis hijas a preguntarme que pasaba.  Le enseñé la foto tan mala, sin parar de reir, comentándole de lo sorprendente que tomara y sobre todo guardara, fotos de esa calidad.  Mi hija observó la foto con curiosidad, observando los detalles de la misma y probablemente llegando a la misma conclusión que yo.  Sin embargo a ella le surgía una mayor interrogante.  Mami, me dijo, si la foto te salió tan mal, ¿porqué no la borraste?

¡Plop! Clara evidencia de lo que era la fotografía en 1984 versus la fotografía en el 2014.

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