lunes, 28 de marzo de 2011

Malabares de una madre trabajadora

Requiere de mucha organización el trabajar y ser mamá.  Y eso sucede porque, por mas marido colaborador y abnegado que tengas en casa, simplemente el hombre estructuralmente sólo está capacitado para hacer una cosa a la vez, entonces cuando él trabaja, pues trabaja y punto.  Nosotras, pobres y abnegadas madres de familia, tenemos que hacer malabares para que todas las piezas encajen y no se desarme el Jenga que tenemos por vida.

Debo dejar claro que no me estoy quejando.  Me fascina mi trabajo y difícilmente me veo dedicándome de lleno a mantener en paz y armonía mi hogar.  De hecho creo que si dejara de trabajar, en mi hogar habría cualquier cosa menos paz y armonía porque yo necesito de mi tiempo, aquel en que sólo soy Claudia profesional (bueno... hasta que suena el teléfono y tengo que salir en mitad de una reunión para atender a mi hija que me pregunta si puede comer un chocolate).

Es complicado tratar de mantener la casa andando, digamos, sin telarañas en los rincones ni grasa en la cocina.  Me queda claro que yo no soy la que limpio, pero hay que saber dirigir también pues.  A la vez debo pensar en el menú de la semana para lograr una comida balanceada con las cosas que tienes en la refri, porque si se acaba algo, no tengo ninguna posibilidad de correr de inmediato a Wong para reponer lo terminado. Pensar en los horarios del colegio de las chicas.  Le toca juegos acuáticos, hay que mandarle ropa de baño a la niña.  Hoy le toca taller, tengo que recogerla o ver quien me la trae.  Las invitaciones donde los amigos, debo coordinar como las recojo.  La presentación que necesito tener lista para mañana en la oficina.  Un almuerzo de trabajo. Surgió un problema que resolver en la oficina. Me llaman porque se acabó el gas en la casa.  Hay que comprar comida para Rosita la hámster.  Mamá a que hora llegas a la casa para leerme mi cuento? y muchos etcéteras mas...

Pues debo decir... que a pesar de ser feliz  con mi vida, a veces si me provoca, aunque sea por unos días, pertenecer al mundo paralelo.

El envidiado mundo paralelo es aquel en el que viven las mamis que van en buzo y sin maquillaje a dejar a sus hijos al colegio.  Pueden irse de brunch con otras amigas del mismo mundo paralelo.  A las 10:00 a.m., mientras yo estoy en la vorágine de la oficina, ellas están en su elíptica muy apretadas, con una bincha en la frente y una toallita blanca que les cuelga del cuello, escuchando música en su ipod y con su botella de agua mineral.  En ese mundo paralelo las mujeres se van a la peluquería al medio día, después de sus ejercicios, y nunca tienen una cana porque tienen tiempo de pintarse el pelo, además se hacen de manera frecuente, constante y ordenada, su laceado brasilero porque por supuesto tienen 4 horas seguidas para permanecer en la peluquería leyendo su Vanidades.  Además pueden ir a Wong a las 4 de la tarde, cuando no hay tanta gente comprando y no sábados en la mañana que es el día punta.  Pueden comprarse ropa y alcanzar todas las ofertas de las tiendas antes que yo, que salgo a las 7:00 p.m. de la oficina y que si me voy de shopping me da cargo de conciencia no haber leído el cuento de las nenas.  También pueden ir y recoger a sus hijos  de taller en taller e incluso quedarse viendo a una bailando ballet.  A las invitaciones de sus hijos, si son hechas por niños de madres que también pertenecen al mundo paralelo, pues pueden ir, y tomar café mientras los chicos juegan.

Yo no puedo hacer nada de eso...

Así que no me queda otra opción que ser súper ultra multi organizada.  Para no descuidar el trabajo pero aprovechar el tiempito que llevo a mis hijas al colegio para estar con ellas.  Y tomar vacaciones desperdigadas para poder ir a un cumpleaños que es importante para ellas.  O quedarme en el taller.  O recogerlas de una casa.  Y no perderme las fechas importantes en el colegio.  Correr para poder estar siempre con ellas antes de dormir.  y explicarles de la manera mas didáctica posible, porqué tiene que regresar en movilidad porque mami no puede recogerla a esa hora y explicarle que su tía Andrea es profesora y por eso está en las tardes en casa y que yo no fui profesora porque no tengo la paciencia ni dulzura de la tía Andrea... y finalmente solo abrazarla y decirle que ya me entenderá cuando sea grande...

jueves, 17 de marzo de 2011

Algunos momentos bochornosos...

Estoy en un hotel en Buenos Aires, acabo de regresar de comer con un amigo peruano muy querido que vive en New Jersey y con quien coincidí de pura casualidad en esta ciudad. He tomado unas cuantas copas de malbec y me encuentro realmente relajada.  Como no tengo sueño, decidi abrir la computadora y ponerme a escribir. 

No sé porque se me vino a la mente recuerdos de momentos bochornosos en mi vida y creo que de lejos el que mas vergüenza me dio fue cuando, hace años, decidí visitar al famoso Dr. Pun para que me quitara unos kilos de mas (...ajo ya quisiera hoy tener los kilos que tenía en ese momento!).  Había ido ya a varios nutricionistas así que tenía claro en que consistía la primera cita.  pero esta vez fue diferente.  Para vergüenza mía, aparte de subirme a la balanza (que ya de por si es un hecho bochornoso) el doctor decidió que debía medirme las carnes sin ninguna interferencia, esto es, sin pedazos de tela que se interpusieran entre mis carnes y su centímetro.  Yo había ido a la cita después de la oficina con una falda corta que me llegaba por arriba de las rodillas.  Creí que bastaría con levantarme la blusa para que me midiera la cintura, pero el Dr. Pun queria medir mas abajo, así que me pidió que me bajara un poco la falda.  Ignoro porqué ese día me había puesto un calzón hilo dental color oro viejo.  Casi me muero!  bajé el cierre de la falda y bajé la falda apenas unos centímetros sujetándola fuertemente en mi afán para que no se hiciera evidente la ropa interior que cargaba!  pero obviamente obstaculizaba su centímetro y él, serio como es, me ordenó con firmeza que soltara la falda.  Que momento.  Casi puedo recordar el rubor de mis mejillas.  Miré al vacío con dignidad, solté la falda que resbaló por mis piernas y ahí estaba yo, tan digna como se puede estar con un hilo dental dorado delante de un doctor.  Aprendí la lección.  Ahora busco mis mochitas cada vez que me toca un doctor así sea dentista... sólo por si acaso!

Pero también recuerdo otro hecho vergonzoso que me pasó por apurada.  Tenía que ir a la clínica con mi primo el Negro y mi mami, y era la época en que se usaban estas faldas largas hindúes de telas transparentes y yo tenía una puesta.  Antes de subir al carro, corrí al baño.  y luego subí apresurada.  Cuando llegamos a la clínica caminaba yo alegremente y detrás mío venía una pareja de señores mayores.  La señora se acerca y me dice suavemente... "señora su falda" yo no entendía a que se refería, de hecho me disponía a comentarle lo linda y fashion que era mi falda, cuando se me ocurre poner la mano atrás y me agarro LA PIERNA!  mi falda estaba completamente metida en el calzón... y yo no me había dado cuenta! caminaba feliz por la clínica con la falda larga por delante y enseñando un calzón relleno por detrás!!!

por supuesto las revolcadas en el mar son un clásico.  Tenía 16 años y estaba en Punta Hermosa con un simpático grupo de amigos.  Estaban en plena moda los bikinis cuya parte de arriba eran triángulos y un amigo cuyo nombre he bloqueado, me estaba enseñando como correr olas.  nunca fuí hábil con el tema y en el primer intento la ola me metió un revolcón de aquellos.  En mi afán desesperado por pararme, sentía que tenía el calzón del bikini a manera de hilo dental así que con las conchitas colgando del pelo empecé a caminar a la orilla acomodándome el calzón, de repente este amigo con una sonrisa de oreja a oreja me señalaba delante y cuando miro, una fosforecente teta blanca estaba ahí en todo su esplendor y el triángulo del bikini lo tenía por la espalda! casi me muero!  comprenderán que a esta edad, ese tipo de situaciones son mas fáciles de manejar, pero a los 16 años! simplemente tomé mi toalla y no salí el resto del día de la casa.

Y ésta si que es la peor.  Tenía una reunión de trabajo en un banco, donde estábamos negociando las condiciones de un contrato de crédito.  Había ido a la negociación con los que eran gerentes financieros de dos empresas del Grupo, y además grandes amigos míos, Javier y Andrés.  Yo estaba sentada al medio de ellos, en una larga mesa de directorio y habrían aproximadamente 8 personas mas, todos ellos hombres, yo era la única mujer.  Uno de los ejecutivos del banco escribía en la pizarra mil restricciones que impondrían en nuestro crédito y yo miraba concentrada y un poco enfurruñada la pizarra.  En ese mismo momento se me ocurre levantar el brazo para acomodarme el pelo y este hecho coincide con que Andrés quería pasarme la voz, sin dejar de mirar a la pizarra, para comentarme un tema, por lo que estira su mano, repito sin mirar, (al menos eso me dijo!) para apretarme el brazo, pero éste se encontraba con el codo hacia arriba acomodando mi pelo, por lo que la mano llegó de manera directa a mi teta derecha y la apretó con confianza.  Por supuesto yo me quedé helada y solo atiné a emitir un  "Ohh!" y abrir los ojos como platos y Andrés sintió que ese brazo no tenía huesos y nos miramos atónitos y Javier, disimulado como era, empezó con el ataque de risa.  No podíamos mas.  A los tres nos vino un ataque de risa de locos. Por supuesto el del banco seguía hablando de sus resguardos financieros pero nosotros no escuchábamos mas! llorábamos de la risa.  La verdad los tres siempre recordamos esa anécdota riéndonos.  No tengo idea si los demás vieron algo, pero en todo caso fueron muy prudentes y no lo hicieron evidente.

Me he caído con mis primeros tacos de niña delante de un grupo de chicos.  Me he caído en la universidad delante de un gran grupo.  Me he caido bajando las escaleras de un restaurante y cayendo a los pies de unos chicos que me miraban sin inmutarse, me he caído caminando por Washington y he terminado de rodillas en posición de perrito delante de mi abogado neoyorkino.

En fin... a quien no le pasan estas cosas no?

lunes, 14 de marzo de 2011

Las contradicciones del shopping

Me encanta el shopping; siempre me ha fascinado, como a la gran mayoría de mujeres; sin embargo en los últimos tiempos me he visto obligada a volcar mis pasiones en shopping para niñas.  Pero no crean que se debe precisamente a un abnegado acto de desprendimiento de una madre a sus hijas.  Para nada.  Simplemente que en los últimos tiempos comprar ropa para mí se ha vuelto un martirio y me pone de muy mal humor.

La compra de pantalones siempre ha sido mi mayor problema.  En el Perú consideran que mi estatura está por debajo del estándar.  Ello significa que NUNCA he podido comprar un pantalón para el mismo día que quiero usarlo, porque siempre, absolutamente siempre he tenido que subirle las bastas.  Pero la cosa ha empeorado, ya no se trata solo del largo sino que ahora también tengo problemas con el ancho.  Queda claro que las épocas que peleaba entre una talla 28 y una talla 30 han quedado en el pasado, pero me es imposible revelarles mi talla de pantalón básicamente porque no la sé.  Es que todas las marcas de ropa manejan sus propias tallas, e incluso varían de modelo en modelo, por lo que una talla en determinada marca no tiene nada que ver con la talla de otra marca.  Pero lo peor de todo es que hay marcas en que la talla que me debiera quedar simplemente me llega a las rodillas, no hay forma de que entre en aquellos pantalones.  ¿Es acaso no pueden ponerse de acuerdo entre lo que significa cada talla?  Nos facilitarían la vida tremendamente!  Y nos ayudarían a manejar los ataques de ansiedad que me produce el comprar pantalones!

Y que les puedo decir de las blusas.  Hay muy pocas blusas que pueden mantener a las niñas en su lugar.  Generalmente debo hacer grandes esfuerzos por dejarlas quietas tras la blusa, pero inquietas y curiosas como son, se escapan entre los botones haciendo evidente una vez más que dicha talla no corresponde a la realidad de mis carnes.  Se imaginan lo humillante que es colocarte una blusa talla XL y verificar que no te queda bien?  Hace poco en un viaje que hice a Santiago de Chile, tuve unas horas libres y pasé por Almacenes Paris en Parque Arauco, a escoger unas blusitas sencillas para el diario.  Elegí llena de confianza 4 blusitas divertidas talla L pero por supuesto la flojera no me hizo probármelas.  Craso error.  Una persona con cuerpo de kion no se puede dar el lujo de no probarse lo que se compra.  Llegué a Lima feliz con mi adquisición y decidí estrenar vestuario, así que elegí muy segura de mi misma una de las blusitas nuevas con un pantalón que combinaba.  Me la coloqué mirándome al espejo y cuando traté de cerrarla casi colapso por el esfuerzo. Cambié como 4 sostenes siempre echándole la culpa a éstos que aumentan, que levantan y que no dejan que la blusa quede bien.  Pero lo cierto es que la blusa lograba cerrar, pero por atrás parecía un tamal mal envuelto y por delante tenía a las niñas absolutamente asomadas, prácticamente debajo del cuello, parecían mis amígdalas.  Lo cierto es que ninguna de las 4 pinches blusas me queda, así que con etiqueta y todo están colocadas en mi clóset a la espera que suceda algún milagro que haga que las juanas entren en dos tallas menos de sostén.

El tema de los polos, remeras, camisetas o como les llamen, también me genera conflictos. Imposible usar una tipo cafarena.  No soporto los cuellos altos, siento que me ahogo, así que están descartadas.  Aquellos de cuello redondo me quedan pésimo, nada asentadores y yo tengo que andar buscando vestimentas que disimulen lo que tengo.  Los polos de cuello V son una buena opción, pero a veces los escotes son un poco sugerentes.  He terminado usándolos descaradamente.  Finalmente mejor que me miren arriba a que se den cuenta de la panza que trato de ocultar un poco más abajo! Y últimamente los polos cuello tortuga esos a los que le cae del cuello una tela deforme se han vuelto mi mejor opción. Disimulan y asientan, así que se han vuelto mis mejores amigos.  Pero con las limitaciones de que no sean muy transparentes, no porque soy púdica, nada más lejos de la realidad, sino porque hace completamente visible la panza, que no queden muy pegados, para que no perfilen los rollos.  En fin… a veces pienso que este cuello me gusta porque me distrae a mí de ver que tengo mas abajo!!!

Les puedo contar como corolario que la familia no ayuda en este proceso… el viernes que fui de shopping con Lara, mi hija de 5 años, ésta a voz en cuello corrió a los bikinis y me dijo: “mami, cuando adelgaces te puedes comprar este bikini?” 

Sin palabras…

miércoles, 9 de marzo de 2011

Como hemos cambiado...

¿Realmente nuestros hijos desarrollarán mas habilidades que nosotros?  Me hago esta pregunta básicamente pensando en el dramático cambio en la educación que damos a nuestros hijos frente a aquella recibida por nosotros.  No estamos tan mal tampoco, pero me pregunto si hubiéramos podido ser mejores implantando los métodos que hoy usamos con nuestros niños. 
Es un hecho que hoy toda decisión de educación está basada no solo en la mera intuición sino en miles de artículos y charlas con psicólogos sobre como es la mejor forma de tratar a los niños, motivarlos y estimularlos.   Toda decisión que tomamos la conversamos y la explicamos a los hijos, sustentamos lo que queremos hacer con ellos.  Yo recuerdo la típica respuesta de mi mami… “Porqué lo digo yo y punto!”  los psicólogos nos dirían que responderle algo así a nuestros hijos es una falta de respeto a su inteligencia.  No crecí con traumas, al menos eso creo, seguro que si voy a terapia me saldrían varias, así que prefiero no enterarme.
Pero lo que me conmociona mas es la literatura infantil.  Comprenderán que soy una fanática compradora de cuentos, pues quiero inculcarles el placer por la lectura a mis hijas.  Hoy en día encuentro cuentos maravillosos para toda ocasión.  Promueven la solidaridad, el trabajo en equipo, el respeto a la naturaleza, el amor al hermano mayor, como enfrentar los miedos, el primer día de colegio, cuando aprendes a montar bicicleta, el respeto al adulto mayor, y muchos etcéteras.  Tengo un cuento para cada ocasión.  Pero los cuentos clásicos, hoy, leídos en este contexto de amor y paz, resultan cuentos de terror al mas puro estilo de Cujo (se acuerdan esa película del perro malo y rabioso? A mi me daba meyo…)
Analicemos un poco…
Por ejemplo, en el cuento de Blanca Nieves transmitimos a nuestros hijos que las madrastras siempre son unas brujas, son malas, nunca es posible que quieran a la hija de su esposo.  Lo que no entiendo en esta historia es donde andaba el Rey.  Que yo sepa los reyes no es que hagan muchas cosas mas allá de dar la mano a la gente y asistir a bailes en el palacio.  Este papá de Blanca Nieves sí que andaba en las nubes.  No solo eligió como nueva esposa a una asesina hueca y vanidosa, sino que no estaba nada involucrado con su hija.  En ninguna parte del cuento leí que una vez que se quedó abandonada en el bosque, el papá se puso a buscarla desesperadamente.  De hecho si no fuera por los enanos, Blanca Nieves no hubiera tenido invitados a su boda!  Al papá de Cenicienta le tengo que reprochar su mal gusto.  Como se va a casar con esa mujer tan fea?  Se notaba a leguas que no tenía buenos sentimientos.  Seguro fue un pisado hasta que se murió.  Entonces la madrastra, que es imposible que quiera a la hijastra, la pone a chambear durísimo y encima sin éxito, porque a pesar de todo lo que hacía, igual la casa estaba llena de ratones! Buena onda los ratones, pero ratones al fin y al cabo no?  Eso si, hay que resaltar que el cuento promueve la integración y la igualdad de clases, porque al Príncipe le interesó un rábano que Cenicienta fuera una misia e igual se casó con ella. 
Mención aparte merece el cuento de Hansel y Gretel.  Ese sí que puede producir pesadillas. ¿Qué tus propios padres te abandonen en el bosque porque no tienen para comer?  A esos papás no los entiendo para nada.  O sea, en la casa la comida alcanzaba para dos, entonces ellos se quedan para que la comida les alcance y abandonan a los chicos porque ya no hay para ellos. ¿No se supone que los padres nos quitamos la comida de la boca para dársela a nuestros hijos? Y el hecho de abandonarlos en el bosque suponía que se iban a morir de hambre no es así?  Para eso, mejor los hubieran matado con veneno y no los dejan agonizar a la merced de animales salvajes.  Esos padres sí que estaban en nada.  No habían albergues en esa época no?  Si los llevaban al palacio de rey de hecho los recogían no?  Padres poco creativos definitivamente.
Y todas estas historias se las he tenido que contar a mis hijas, tratando de cambiar un poco la trama, pero a estas alturas, ya saben la cruda verdad sobre los padres de las princesas.  Claro, si no fuera porque Disney recicló a todas las princesas, las empaquetó y las marketeó en su nueva versión, probablemente habría omitido leerle los clásicos.  Pero no pude evitar que mis hijas entraran en la onda “princess” y por tanto tener que contarle estos cuentecitos y poco a poco irles soltando la historia real.
Pero debo confesar que no tengo ningún recuerdo traumático de mi infancia sobre estos cuentecitos… solo recuerdo que no pude dormir el día que vi La Bella Durmiente, pero básicamente fue por culpa de la bruja.
Y ni que decir de los programas de televisión!!! La maravilla que es Barney en esta primera etapa de infancia y luego todos los programitas educativos de Discovery Kids ya los hubiera querido de niña!  Yo me tuve que soplar a la rufiana de la Candy, que con la vocecita de idiota que tenía era tremenda loba  y por supuesto al sufrido de Marco que buscaba a su mamá con desesperación para que luego la encontrara y se muriera al toque.  El que creó esa historia tiene que haber sido un ser retorcido y pervertido.  Eso sí que me producía angustia.  Me pregunto porque mi mami si me dejaba ver esas cosas.  No tengo la menor idea.  Les parecerían inofensivas.
Con todas estas reflexiones no pretendo criticar la metodología de educación de hoy en día, de hecho la comparto y la aplico, pese a que las abuelas nos dirán que estamos llenas de idioteces!  Pero espero que efectivamente marquen una diferencia entre lo que soy y lo que serán mis hijas.

sábado, 5 de marzo de 2011

Aquellos siniestros días...

Quiero rendirles un tributo especial a las toallas higiénicas.  Aquellos productos humildes que pasan desapercibidos en el montón de compras en el supermercado, pero lo cierto es que deberían tener un lugar especial en nuestras vidas.  ¿Se imaginan si hubiéramos nacido en la época de nuestras madres, donde no existía este maravilloso invento? ¡Qué espanto! hubiéramos tenido que usar telas y toallas y ponernos a lavarlas todo el día.  Me muero del horror.  El hecho es que rindo un homenaje a quien se le ocurrió por primera vez utilizar una compresa descartable.  Según he leído, dicen que las enfermeras que atendían a los heridos en la Segunda Guerra Mundial usaron una especie de compresa de gasas y algodón descartables, para no perder tiempo y continuar curando a los heridos.  Luego salieron al mercado las compresas bajo el nombre de Kotex.  Benditos sean ustedes.  Y resulta que los tampones fueron inventados por un señor llamado Earle Haas en 1929 y luego patentados y vendidos por Tampax.  Mis bendiciones para ustedes también.


Pero todo este prólogo es para contarles que al menos hay 10 días cada mes en que no soy la misma.  Esos 10 días, con unos más intensos que los otros, soy otra Claudia.  No la misma de siempre.  En realidad creo que tengo a mi Mr. Hyde.  Sólo que éste no es nocturno, sino cíclico.  Se aparece dos días antes del día "D" y en el peor de los casos se apodera de mí los 8 restantes.  Estoy segura que muchas se van a sentir identificadas conmigo.

Esta es una historia de larga data.  Digamos que todo comenzó a los 12 años cuando empecé a menstruar.  El hecho de que tengas tu primera regla constituye una conmoción en la casa.  Ya eres una mujercita, me dijo mi mami, explicándome todas las implicancias de tener la regla cada mes; por supuesto la posibilidad que, de iniciarse una vida sexual temprana puedes salir embarazada no era una opción de conversación en ese momento, pero no estoy segura como será mi discurso con mis hijas.

En esas épocas, mis recuerdos asocian esos días a la aparición de un grano en la cara.  Sólo uno, porque gracias a Dios nunca sufrí de acné, pero ese UNO era infalible.  Aparecía en el lugar mas notorio.  Digamos en la punta de la nariz, rojo granate, brillante, haciéndome ver como la versión femenina de Rodolfo el Reno.  Otro podía aparecer en el cachete y yo lo sentía tan grande que imaginaba que hasta tenía una plaza de armas.  Está claro que la personalidad fuerte y a prueba de balas no es precisamente la característica que uno ostenta entre los 12 y los 15 años, así que mi mejor opción, después de haberlo cubierto con acné aid, acnomel  o productos semejantes (ya no existen no?) o de haberle puesto una buena dosis de pasta de dientes que se supone que los quemaba, no me quedaba sino quedarme encerrada en mi casa, hasta que dicho grano se redujera en su expresión y lo pudiera ocultar de alguna forma. 

Luego, en la adolescencia, aquella época en que tienes las hormonas muy revueltas, aquellos días se me hacían insufribles.  Me provocaba escuchar canciones de amor (Air Supply era mi preferido) y escribir mi diario con lagrimones, quejándome por la mala suerte que tenía con los chicos.  El helado por litros también era parte de este ritual.

Del periodo de depresión, pasas al periodo de furia.  Y debo decir que ese es el que más dura.  Para desgracia de aquellos hombres que están a nuestro lado y deben soportar estoicamente lo que nos sucede.

Les juro con la mano en el corazón, que no somos culpables de lo decimos ni de lo que hacemos en esos días.  En mi edad adulta, el efecto es más severo en los dos días previos.  Y generalmente la gente que mas queremos es la víctima de nuestra furia.  Todo, y cuando digo TODO no exagero, nos pone de mal humor.  La tolerancia que creemos tener con nuestros hijas desaparece por completo.  Me da la impresión que no he hecho ningún esfuerzo criándolas, que se portan pésimo, que no obedecen, que no hacen las cosas como queremos… pero no son ellas… soy yo.  Aquello que parece normal, razonable y parte del proceso de crecimiento, simplemente esos días se vuelven inaceptables.  Ellas me entenderán cuando crezcan porque pasarán por lo mismo, pero queridas Andrea y Vane, no se congojen, sus hijos aprenderán lo que deberán sufrir cuando se casen!

¡Y ni que decir del esposo!  Aquel hombre tan sexy, tan cariñoso, tan ingenioso, tan inteligente, tan todo… que elegimos para pasar el resto de nuestras vidas, nos parece horroroso!  Lo miramos y nos preguntamos cómo nos pudo parecer hermoso en aquel momento, con tremendos callos en los pies y esos rollos en la cintura.  No soportamos que ronque y que no ronque.  No soportamos que nos haga cariño ni que sea indiferente.  Cualquier frase que pronuncie nos parece un atropello.  Cualquier acercamiento es una indecencia y una falta de tacto.  Nos parece vulgar cualquier acto cotidiano.  Simplemente lo queremos cambiar dos días en cada mes. 

Pero queridas amigas, me queda claro que el mejor consejo para esos días es NO TOMAR NINGUNA DECISION.  Ninguna, por más mínima que sea.  No vaya a ser que terminemos firmando los papeles del divorcio y además dejándoles todos los bienes comunes con tal de ser libres!  NO FIRMEN NADA. 

Pero me pregunto… ¿Cómo no vamos a andar de mal humor?  A algunas nos vienen unos cólicos espantosos como si las trompas de Falopio estuvieran envolviendo nuestro útero como serpientes. La cartera está llena de toallas higiénicas, que debes cuidar acomodar muy bien para que no entregues una en lugar de una tarjeta de presentación en una reunión.  Te pasas la mitad del día en el baño cambiándotelas.  Si quieres ir a la playa no te queda otra que colocarte un tampón  y créanme que colocártelos requiere contorsiones y concentración y aprender a usarlos es todo un arte.  Y ni que decir cuando el flujo abundante te juega alguna mala pasada y no tienes ropa para cambiarte (a quien no le ha pasado!!!)

Me imagino que tienen claro en que días me encuentro, no?  Y amorcito, te juro que te quiero aún cuando te ponga cara de poto cuando regreses de trabajar por habernos dejado solas todo el día.

Que nadie me hable.

martes, 1 de marzo de 2011

Si pusiéramos huevos...

¿Alguna vez se han puesto a pensar como hubieran sido nuestras vidas si hubiéramos puesto huevos en lugar de cargar a los bebés en nuestras barrigas? 

Esto es lo que yo imagino:

1.- Pondriamos un huevo como el del tamaño de los huevos de gallina y crecería fuera de nuestro cuerpo mientras lo empollamos.  Lo ponemos inmediatamente después de que se forma, sin intervenciones médicas, con lo que te ahorras el ginecólogo y pasas de frente al pediatra especialista en huevos. Esta premisa es básica porque si se tratara de un huevo de avestruz, eso podría complicarnos la vida bastante mas que el parto.

2.- Si bien el huevo sería del tamaño de un huevo de gallina, debe tener la fortaleza de un huevo de avestruz.  Básico, porque imagínate con esta vida tan ajetreada, la cantidad de abortos involuntarios que se producirían porque se te cayó el huevo y se rompió, o alguien aplastó tu cartera donde lo habías puesto.  Eso traería mucho sufrimiento y de eso no se trata definitivamente.

3.- Sería trasladable de un lado a otro, con lo cual podríamos ir perfectamente con nuestro huevo a trabajar y empollarlo mientras estás en la oficina.  Debe tener la capacidad de estar algunos momentos sin ser empollados para que nos permita asistir a reuniones.  Claro, podría ser común que las mujeres vayamos a las reuniones con nuestros huevos y los empollemos mientras discutimos temas trascendentales.  También cabe la posibilidad que le encargues a tu secretaria o a alguien de confianza que trabaje contigo que lo empolle mientras estás fuera.  Esto sería indispensable para mis amigas dentistas, que no tendrían forma de empollar su huevo mientras curan una caries.  A lo mejor necesitarían una asistente adicional que lo empolle...

4.- Los hombres también deberían tener la capacidad de empollarlo.  Esto es básico, porque si sabemos que tendremos un día ajetreado en el trabajo, entonces le decimos al esposo: "Amor, me harías el favor de llevarte nuestro huevo el día de hoy?  Necesito que tú lo empolles porque voy a estar ocupadísima hoy día".  Además esto funcionaría mejor, por las horas que los hombres pasan frente al televisor, les colocamos el huevo en el sofá preferido disimuladamente y nos podemos ir tranquilas y sin contratiempos de shopping y a la peluquería.

5.- No tendríamos que abstenernos de tomar café, coca cola o alcohol.  No habría ningún problema con ello.  El bebé se estaría formando en su huevo tranquilito.

6.- El tiempo de empollamiento debería ser menor que el de un embarazo de 9 meses, no creen?  si pues, porque en realidad no lo podemos alimentar... salvo que a estos huevos humanos se las pueda inyectar vitaminas, sueros y demás cosas que lo hagan crecer mas rápido.

7.- No se nos hincharían los pies por retención de líquidos ni nos daría calambres de madrugada.  Eso si.  Tendríamos buenos bíceps, porque en determinado momento, nuestros huevos estarían muy pesados y bueno, tendríamos que estarlos cargando de aquí para allá.  Sería muy importante que la naturaleza te dote de esa fortaleza inmediatamente pones el huevo, porque sino, yo estaría arruinada.  No tengo nada de fuerza.  Mi mami siempre me dice:  Tremendos jamones por las puras.  Y es que no puedo ni abrir una bebida gaseosa sin ayuda!

8.- Es muy importante conservar la sensación de las pataditas.  Claro, debo confesar que la sensación maravillosa que una tiene cuando el bebé te patea dentro de tu vientre se perdería, pero bueno, nada es perfecto no?  Al menos estaríamos parejos con el esposo que tiene que andar pegando la oreja a nuestra barriga para que lo pateen.  Ambos padres, de la mano y muy románticos, pegaríamos nuestra cara a nuestro querido huevo y sentiríamos las pataditas de nuestro bebé.

9.- Considero que sería muy importante etiquetar el huevo o marcarlo con plumón indeleble.  De hecho el riesgo de que se confundan los huevos y termines empollando el huevo de otro es mas alto que los cambios que por negligencia se pueden dar en un hospital.

10.- También es importante mantenerlo lejos de la cocina.  Sería terrible que te lo preparen en el desayuno!  Ese sería un trauma con el que nadie en la familia podría vivir.  Peor que los uruguayos éstos que se comieron a sus amigos en los Andes para poder sobrevivir.  Que el huevo no entre a la cocina.

No se que me pasa... creo que me estoy volviendo loca...

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