sábado, 5 de marzo de 2011

Aquellos siniestros días...

Quiero rendirles un tributo especial a las toallas higiénicas.  Aquellos productos humildes que pasan desapercibidos en el montón de compras en el supermercado, pero lo cierto es que deberían tener un lugar especial en nuestras vidas.  ¿Se imaginan si hubiéramos nacido en la época de nuestras madres, donde no existía este maravilloso invento? ¡Qué espanto! hubiéramos tenido que usar telas y toallas y ponernos a lavarlas todo el día.  Me muero del horror.  El hecho es que rindo un homenaje a quien se le ocurrió por primera vez utilizar una compresa descartable.  Según he leído, dicen que las enfermeras que atendían a los heridos en la Segunda Guerra Mundial usaron una especie de compresa de gasas y algodón descartables, para no perder tiempo y continuar curando a los heridos.  Luego salieron al mercado las compresas bajo el nombre de Kotex.  Benditos sean ustedes.  Y resulta que los tampones fueron inventados por un señor llamado Earle Haas en 1929 y luego patentados y vendidos por Tampax.  Mis bendiciones para ustedes también.


Pero todo este prólogo es para contarles que al menos hay 10 días cada mes en que no soy la misma.  Esos 10 días, con unos más intensos que los otros, soy otra Claudia.  No la misma de siempre.  En realidad creo que tengo a mi Mr. Hyde.  Sólo que éste no es nocturno, sino cíclico.  Se aparece dos días antes del día "D" y en el peor de los casos se apodera de mí los 8 restantes.  Estoy segura que muchas se van a sentir identificadas conmigo.

Esta es una historia de larga data.  Digamos que todo comenzó a los 12 años cuando empecé a menstruar.  El hecho de que tengas tu primera regla constituye una conmoción en la casa.  Ya eres una mujercita, me dijo mi mami, explicándome todas las implicancias de tener la regla cada mes; por supuesto la posibilidad que, de iniciarse una vida sexual temprana puedes salir embarazada no era una opción de conversación en ese momento, pero no estoy segura como será mi discurso con mis hijas.

En esas épocas, mis recuerdos asocian esos días a la aparición de un grano en la cara.  Sólo uno, porque gracias a Dios nunca sufrí de acné, pero ese UNO era infalible.  Aparecía en el lugar mas notorio.  Digamos en la punta de la nariz, rojo granate, brillante, haciéndome ver como la versión femenina de Rodolfo el Reno.  Otro podía aparecer en el cachete y yo lo sentía tan grande que imaginaba que hasta tenía una plaza de armas.  Está claro que la personalidad fuerte y a prueba de balas no es precisamente la característica que uno ostenta entre los 12 y los 15 años, así que mi mejor opción, después de haberlo cubierto con acné aid, acnomel  o productos semejantes (ya no existen no?) o de haberle puesto una buena dosis de pasta de dientes que se supone que los quemaba, no me quedaba sino quedarme encerrada en mi casa, hasta que dicho grano se redujera en su expresión y lo pudiera ocultar de alguna forma. 

Luego, en la adolescencia, aquella época en que tienes las hormonas muy revueltas, aquellos días se me hacían insufribles.  Me provocaba escuchar canciones de amor (Air Supply era mi preferido) y escribir mi diario con lagrimones, quejándome por la mala suerte que tenía con los chicos.  El helado por litros también era parte de este ritual.

Del periodo de depresión, pasas al periodo de furia.  Y debo decir que ese es el que más dura.  Para desgracia de aquellos hombres que están a nuestro lado y deben soportar estoicamente lo que nos sucede.

Les juro con la mano en el corazón, que no somos culpables de lo decimos ni de lo que hacemos en esos días.  En mi edad adulta, el efecto es más severo en los dos días previos.  Y generalmente la gente que mas queremos es la víctima de nuestra furia.  Todo, y cuando digo TODO no exagero, nos pone de mal humor.  La tolerancia que creemos tener con nuestros hijas desaparece por completo.  Me da la impresión que no he hecho ningún esfuerzo criándolas, que se portan pésimo, que no obedecen, que no hacen las cosas como queremos… pero no son ellas… soy yo.  Aquello que parece normal, razonable y parte del proceso de crecimiento, simplemente esos días se vuelven inaceptables.  Ellas me entenderán cuando crezcan porque pasarán por lo mismo, pero queridas Andrea y Vane, no se congojen, sus hijos aprenderán lo que deberán sufrir cuando se casen!

¡Y ni que decir del esposo!  Aquel hombre tan sexy, tan cariñoso, tan ingenioso, tan inteligente, tan todo… que elegimos para pasar el resto de nuestras vidas, nos parece horroroso!  Lo miramos y nos preguntamos cómo nos pudo parecer hermoso en aquel momento, con tremendos callos en los pies y esos rollos en la cintura.  No soportamos que ronque y que no ronque.  No soportamos que nos haga cariño ni que sea indiferente.  Cualquier frase que pronuncie nos parece un atropello.  Cualquier acercamiento es una indecencia y una falta de tacto.  Nos parece vulgar cualquier acto cotidiano.  Simplemente lo queremos cambiar dos días en cada mes. 

Pero queridas amigas, me queda claro que el mejor consejo para esos días es NO TOMAR NINGUNA DECISION.  Ninguna, por más mínima que sea.  No vaya a ser que terminemos firmando los papeles del divorcio y además dejándoles todos los bienes comunes con tal de ser libres!  NO FIRMEN NADA. 

Pero me pregunto… ¿Cómo no vamos a andar de mal humor?  A algunas nos vienen unos cólicos espantosos como si las trompas de Falopio estuvieran envolviendo nuestro útero como serpientes. La cartera está llena de toallas higiénicas, que debes cuidar acomodar muy bien para que no entregues una en lugar de una tarjeta de presentación en una reunión.  Te pasas la mitad del día en el baño cambiándotelas.  Si quieres ir a la playa no te queda otra que colocarte un tampón  y créanme que colocártelos requiere contorsiones y concentración y aprender a usarlos es todo un arte.  Y ni que decir cuando el flujo abundante te juega alguna mala pasada y no tienes ropa para cambiarte (a quien no le ha pasado!!!)

Me imagino que tienen claro en que días me encuentro, no?  Y amorcito, te juro que te quiero aún cuando te ponga cara de poto cuando regreses de trabajar por habernos dejado solas todo el día.

Que nadie me hable.

4 comentarios:

  1. Luego de tu muy acertada reflexión, diré algo que pienso desde hace no sé cuántos años: que las toallas higiénicas las diseñan hombres. Si, hombres. A las toallas les ponen canales, gel, olor, alas, bandas autoadhesivas, algodón y no sé qué más. Pero a NINGUNO se le ha ocurrido que la solución es infinitamente más simple (y barata): hacerlas más largas. Simplemente eso. El tamaño relegado para la noche, ese es el tamaño que deberían tener TODAS.
    He dicho. Y que conste la hora y fecha de mi comentario, por si alguien pone en práctica la idea... me deben una.

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  2. jajajaja ,e suena MUY familiar! conla unica diferencia que ultimamente entre que ovulo y me viene la regla son mas de 10 dias de mal humor!!!
    Muy bueno Claudita!
    Fabiola

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  3. Gabriela! muy buen punto! incluso deberían ser mas largas que las del tamaño nocturno!!! resolvería muchos, pero muchos problemas... llama de inmediato a Kimberly Clark! jajaja

    gracias por el comentario Fabi!! Andrea se mandó un rollo de comentario que nunca llegó, fácil lo puso en otro blog. jajaja!

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  4. Bueno, gracias a una terapia de grupo. Se me ha confesado algo que ya sabía: No "era yo", el del problema -aunque créanme que lo he llegado a dudar en varias oportunidad- , como se lee en estas líneas, tampoco son ustedes .... el culpable! ; El que me ha llevado a tener un calendario bien marcado, donde llevo inescrupulosamente la cuenta del día D. El que me ha llevado a tratarlo todo; incluso a planificar los viajes de trabajo (que con los años, me gustan menos) para evitarme tamaño acoso psicológico. Son nada más y nada menos que ¡las hormonas¡….. ¿Serán femeninas?
    Yo, seguramente para algunas, muy falto de sensibilidad, creo que los hombres agradecemos a todos los inventores citados en un muy bien merecido SEGUNDO lugar. Ya que en primero, ponemos indiscutiblemente a Dios, por enviarlas a este mundo con una sola regla al mes.
    Gracias Dios mio!!!
    P

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