jueves, 18 de septiembre de 2014

El transporte público

Ahora que está de moda hablar, opinar, analizar y discutir los beneficios y/o perjuicios del Corredor Azul, me motiva a comentarles un poco sobre el transporte público, del cual, debo ser honesta, yo no sufro a diario, pues tengo la suerte de no tener que andar de un lado a otro por razones de trabajo y tener un auto que tiene donde quedar seguro al llegar a mi oficina.  

Sin embargo, hace unos cuantos meses, mi esposo decidió volverse usuario, después de muchos años, de nuestro tan venido a menos medio de transporte público; así que voy a contar un poco aquí la experiencia de él en ese tema.

Desgraciadamente no está dentro de su ruta usual la Línea 1 del Metro de Lima, porque de lejos, resulta ser el mejor medio de transporte en esta ciudad, por su calidad, limpieza y puntualidad.  Digamos que le sigue el Metropolitano.

Su experiencia en el Metropolitano en general ha sido buena.  Tenemos una estación a 4 cuadras de la casa y cuando le toca ir a visitar algunos clientes que tienen una estación cerca, elige esta opción y va feliz por el mundo.  No ha tenido ninguna experiencia de tener cerca o ver a algún depravado atentando contra la moral o el pudor de alguna ingenua pasajera; tampoco le ha tocado quedarse parado dentro del bus por una falla técnica o una instrucción mal dada al chófer que pudiera haberle causado algún calentamiento de sangre.  Sin embargo, otra ha sido su experiencia en las llamadas "combis", sin duda el peor medio de transporte público, no solo por la calidad de sus unidades sino por el nivel de educación de chófer y cobrador y aquí va la anécdota.

Mi amado esposo decidió tomar una combi en el cruce de Rosa Toro con la Av. Javier Prado para bajarse en el cruce de la Vía Expresa con la Av. Javier Prado y hacer trasbordo con el Metropolitano.   Hacía muchos años que no subía a una combi y pensó que no podía ser tan terrible.  Subió a la combi, que aún tenía algunos sitios libres, y decidió acomodarse en lo que había.  Primer problema, era físicamente imposible que sus piernas entraran (ojo dijo entraran, no digo que entraran cómodamente), en el espacio libre entre el lugar donde se sentaba y el asiento de adelante.  Es cierto que mi esposo tiene buena talla, pero tampoco es un hombre de dos metros de piernas inmensas.  Simplemente no entraban.  Tuvo que sentarse de a lado, con las piernas apretadas hacia el lado derecho, chocando rodilla con rodilla, en una coqueta posición no precisamente masculina, pero que le permitía al menos entrar en el asiento.  La combi avanzaba por su ruta habitual y tan solo unos metros mas allá, en el cruce con la Av. Aviación subió una señora descontrolada que decía al aire, suponemos al cobrador, que porqué le decía loca, que porqué la insultaba;  el cobrador estaba jalando gente fuera de la combi, pero en el instante en que subió la señora le empezó a jalar el pelo y darle manazos frenéticamente, ante el desconcierto de mi esposo y supongo que de varias personas mas, pero con una risa constante del cobrador.  Cuando se bajó la señora unas cuadras mas adelante, la gente preguntaba al cobrador que porqué se reía que alteraba mas a la señora, pero éste muerto de risa comentaba que la señora era una loca y que siempre que subía le pegaba. Cabe decir que la pinta del cobrador, y no quiero sonar prejuiciosa pero no hay forma de describirlo mejor, era la de un hombre fugado en ese instante de un penal de alta seguridad.  Miedo daba de seguro.

Cuadras mas adelante, el cobrador hacía su labor de "jalador" por la ventana de la combi, cuando un peatón lo identifica y empieza a insultarlo profusamente, logra abrir la escotilla de la combi y le mete un manazo en la cabeza.  Mi esposo cada vez mas desconcertado con lo que veía.  Al parecer ese peatón se la debía.

Y esa es la ley de la selva de nuestro transporte público...  me da igual corredor azul, verde o rosa, pero de que necesitamos una reforma del transporte, creo que está fuera de discusión.

1 comentario:

  1. Lo que para algunos es anecdótico para otros es vivencia cotidiana. Imagina lo que debe ser tener que sufrir esto todos los días, sin excepción. De miedo... realmente. La reforma y mejora urgen, con planificación. Sobre todo, con aportes de personas que viven esta realidad todos los días, no funcionarios que no salen de su burbuja carro-oficina alfombrada. Acá los teóricos no sirven, por muy expertos que sean.

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