domingo, 15 de julio de 2012

Pensando en Tarata...

Ayer leí un testimonio de una chica de 26 años, Marilú Villanueva, que tenía 6 años cuando una demencial bomba estalló en la puerta de su edificio, en Tarata, Miraflores, y la dejó huerfana de padre, llena de temores y cambiada para siempre (http://www.cenizasenlaoscuridad.blogspot.com/).   El testimonio me caló en lo mas hondo de mi ser, no sólo por lo profundamente desgarrador que es leer el testimonio que refleja los recuerdos de una niña de 6 años, sino porque además, resulta ser sobrina de un amigo de mi infancia, del barrio, de quien por esa epoca, no sabía nada, por lo que nunca sino hasta ahora me enteré de la tragedia tan fuerte que azotó a su familia.

Cuando evoco esos años de mi vida, en el que el terrorismo y la crisis, eran parte de nuestra realidad, no dejo de estremecerme. Vivíamos. Y mentiría si dijera que vivía asustada. Era mi realidad, en la que crecí y me desarrollé intelectualmente. Es increíble como los seres humanos desarrollamos aptitudes de adaptación al entorno. Hoy, bastante lejos de la locura de esa época (que espero NUNCA se repita) no puedo imaginarme siquiera la posibilidad de que mis hijas hagan turismo por un lugar como era el Perú de entonces, menos aún puedo imaginármelas viviendo y estudiando en esa realidad. Pero esa realidad me tocó a mí.

Nunca tuve siquiera la posibilidad de pensar en emigrar, esa nunca fue una opción en mi hogar. No teníamos recursos para darnos ese lujo. Así que crecí entre apagones, que me obligaban a estudiar con velas, pero lo seguía haciendo. No dejaba de salir con los amigos. Atentos al toque de queda para llegar a tiempo a casa o disfrutando de las famosas fiestas de toque a toque. No dejé de tener sueños y elegí ser abogada. Estudiaba con ahínco, quizá confundida en mi propia inmadurez. ¿Que sueños podía tener en ese entonces? Sin dinero, sin relaciones, ¿que posibilidades de encontrar un trabajo tendría? Eso lo digo ahora, pero en ese momento yo creía que conquistaría el mundo y conseguiría lo que quería. De alguna manera lo hice, pues logré terminar la universidad con un trabajo y un ingreso y muchas ganas de hacer bien las cosas.

No podíamos recorrer el Peru. Era peligroso. Sin embargo mi mami me dejó ir a mi viaje de promoción a Cusco y Arequipa, pese a que un mes antes los terroristas habían volado el tren a Machu Picchu. No me imagino a mi misma dando ese permiso, pero me pongo a pensar que de otra forma me tendrían que haber tenido encerrada en casa, donde ni siquiera ahí estaba segura. También viajé con mi entrañable amiga Elika a Huánuco muchas veces donde teníamos familia. No entiendo como. Nos dejaron ir mas de una vez por carretera, las dos solas. Estando allí no podíamos comunicarnos con Lima porque las líneas telefónicas estaban averiadas por atentados terroristas. Sin embargo no recuerdo haber tenido miedo mientras disfrutábamos de la ciudad. Eso si, mi tía Elenita no nos dejaba salir de la ciudad.

Muchos años no viajamos, hasta un viaje a Huaraz y muchos a Lunahuaná que ya hice con mis amigos de la universidad. Tenía que cuidarme de los lugares donde decidía esperar mi combi. Jamás debía ser en frente de un banco, pues eran los blancos predilectos de estos dementes en la ciudad de Lima. Y varias veces tuve muy cerca el peligro.

Recuerdo estar de niña con mi mami comprando los útiles escolares en Oeschle de Larco, que quedaba al frente de la Municipalidad de Miraflores. De repente un fuerte estruendo hizo que todo se apagara. Sentí pánico, tomé la mano de mi mami sin parar de llorar. La tienda se llenó de humo, escuchaba gritos y la gente que corría. Todo me retumbaba en la cabeza, pero recuerdo a mi mami tranquila. Alguien informó que habían tirado una bomba a la Municipalidad. Nos evacuaron por la puerta falsa y empezamos a recorrer, yo aferrada a mi mami y ella muy firme y dura, calles oscuras rumbo a Paseo de la República, al lado opuesto del desastre. Caminamos mucho tratando de acercarnos hacia nuestra casa cerca de Aramburú, hasta que conseguimos un taxi que nos llevó finalmente a casa. Ese día olvidamos todos los paquetes de las compras en Oeschle y ello implicaba que teníamos que volver al día siguiente por ellos. Yo estaba aterrada, no quería ir, pero mi mami me reprendió con un "hijita ya pasó. No van a tirar de nuevo una bomba cuando aún ni siquiera lo han refaccionado". Me costó muchísimo acompañarla.

También viví de cerca la historia de un papá de un amigo del colegio, a quien los terroristas lo mataron. No sé cuando, no sé porqué, pero la historia de que él ya no tenía papa la sabíamos todos. El si se fue del país apenas terminó el colegio. También mataron en Huánuco a Fernando, el hijo de mi tía Elenita, por negarse a pagar cupo por el negocio que tenía en la ciudad. Dos hombres y una mujer. Uno le disparó a quemarropa casi en la puerta de su casa. Dejó dos niños.

La bomba en el Banco de Crédito de San Isidro, Canaval y Moreyra con Rivera Navarrete también estuvo muy cerca. Trabajaba cerca de ahí, de hecho algunas lunas del estudio de abogados se rompieron producto de la onda expansiva. También estaba al lado del supermercado al que iba a hacer las compras con mi mami. Las ventanas de mi casa se expandieron como un chicle con el estallido de la bomba, pero regresaron a su lugar sin romperse. Al día siguiente fui caminando a la zona y recorrí montañas de escombros. Vidrios de todos los colores y formas en montañas por las calles. Muchos vecinos como yo, caminábamos por la zona, mirando todo asombrados, estupefactos.

Y la bomba de Tarata. Recuerdo perfectamente el momento. Recuerdo el sonido, que era lejano pero intenso, recuerdo las imágenes desgarradoras en televisión. Puedo imaginar tu sufrimiento Marilú. Sin tener a nadie allí, lloré inmensamente, afectada por el caos, por la locura insanna de estos fanáticos, por la impotencia. Como discutía con mi esposo, no es que la sensibilidad nos vino a raiz de Tarata. Sufría por mi país, quería que todo cambiara, pero sentía que toda la demencia ocurría en mi entorno, pero que nunca sería yo el blanco de esta locura demencial. Eso me permitía crearme un margen de seguridad personal que me dejaba vivir y seguir teniendo sueños. Tarata me remeció, me hizo sentir que las cosas estaban peor, que carecía de tal refugio personal de protección, que todas mis propias fronteras podían ser invadidas en cada lugar.

Hoy les cuento estas cosas a mis hijas. Debemos crear conciencia en ellas. Que sepan que no la tuvimos fácil como ellas. En su mente inocente de 6 y 7 años, no sé si logran imaginar y entender lo que les cuento, pero algo quedará. Me encargaré de recordarlo todo el tiempo.

5 comentarios:

  1. Cómo olvidar esos tristes tiempos. En mi caso, emigrar tampoco era una opción. Y acá estamos, recordando tiempos difíciles, y contándoles a los más jóvenes cómo era vivir en el Perú en esos días, no para hacerlos sufrir sino para que sepan lo que vivimos y, conociendo el pasado, tratar de que no se repita.
    Lo que me apena, como siempre, es que tuvo que pasar algo grande en Lima para que fuéramos conscientes de lo que nuestros hermanos vivieron en las serranías durante años.

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  2. Gabriela: Antes del antentado de Tarata hubieron muchos otros atentados y actos terribles en Lima, en la Sierra y Selva y muchos peruanos eran conscientes de eso, entre ellos mis padres.Incluso los niños nos dábamos cuenta de lo que pasaba y sentíamos temor y compasión. Creo que es natural en el ser humano sentirse así ante este tipo de cosas y sentir dolor por lo que pasa en tu país o en el mundo... Es cierto que siempre hay y habrá personas que cierran los ojos a la realidad pero no se puede generalizar. Pediría que se tome en cuenta a las víctimas de este atentado antes de decir eso sobre Tarata, porque lo hemos oído por años y no es cierto. Conozco víctimas de la Sierra y de Lima y para mí somos todos hermanos. Gracias.

    Marilú Villanueva.

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  3. Gracias por sus palabras a la autora del blog. Realmente fue un momento durísimo para nuestra familia y solo nosotros sabemos lo que ha tomado reconstruir nuestras vidas a partir de ese momento... espero que ahora todos nos demos cuenta de que el único camino para sembrar esperanza es la paz y la unidad entre peruanos. Y quiero que sepan que aún después de una desgracia que te hace empezar de 0 se puede seguir soñando y luchando por nuestras metas...

    Marilú Villanueva.

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    1. Marilú gracias por escribirme. Un abrazo muy grande y gracias por compartir tus experiencias personales.

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  4. Claudia gracias a ti por leer lo que escribí y por hacer una reflexión sobre esos terribles tiempos. Un abrazo para ti también.

    Marilú Villanueva.

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