martes, 16 de julio de 2013

Gordura no es hermosura...


Después de mucho buscar, la encontré.  Ahí estaba ella agazapada, adormecida, calientita, cubierta por varias capas de grasa.

Hablo de mi cintura.

¡La encontré! No la veía hacía mucho tiempo.  No recordaba como era decorarla con una correa.  Ahí está ahora, visible aunque tímida, aún aferrada a algunas capitas de grasa adicional que pienso seguir combatiendo.

De verdad que se siente muy bien verte en el espejo y no tener forma de huevo.

Requería de un impulso, algún hecho o señal reveladora que me hiciera tomar conciencia de lo evidente:  Estaba con demasiados kilos encima para mi corta estatura y no estaba haciendo nada por cambiar esa situación.
 
El detonante fue un viaje a Nueva York, donde subida en un avión, sentí un dolor en la rodilla derecha absolutamente insoportable.  No me dejó tranquila todo el viaje, tenía que pararme a cada rato para estirar la pierna y frotarme la rodilla, logrando que el dolor disminuya en parte, pero que no desaparezca.  No entendía que pasaba.  Era un dolor pesado, antipático, espantoso.

Siempre había escuchado que la obesidad perjudica la columna y las rodillas, pero no entendía porque el dolor solo se presentaba dentro de un avión.  No me dolía caminando ni subiendo escaleras, sólo en el avión.  Seguro que alguna explicación científica debe haber, pero me tenía sin cuidado, yo estoy convencida de que se debía al sobrepeso y me alarmé de haber llegado a esos extremos.

Totalmente decidida a revertir la situación, llame a mi fiel nutricionista Gaby, que va a mi casa y me pesa y me da mi dieta, así que mas fácil no puede ser.  Me pesó y me tomó las medidas y la verdad que era bochornoso!!!   No les pienso decir cuanto pesaba porque me da vergüenza, pero si puedo decir que pesaba ¡¡¡mas que cuando estaba embarazada!!!

Manos a la obra.  Cerré el pico, regalé todos los chocolates que habían en casa, dejé de comprar galletas y sopitas Ramen, compré mis fideos de glúten, mi mozzarella  y mis pecanas en la Bio Feria, conseguí barras de cereal, dupliqué la compra quincenal de queso fresco, jamón de pavo y huevos, aumenté verduritas, volví a la gelatina light una parte de mi rutina. Alejé de mi a los panes variados y a la deliciosa mantequilla Laive, compré tacos y pan pita.  No volví a tomar ni una bebida gaseosa así fuera light y las cambié por agua que cargo conmigo a todos lados.  Compré almendras y pistachos, yogurt light frutado de Laive, que me encanta.  Eliminé sanguchitos y empanadas como sustitutos del almuerzo, las cambié por ensaladas de San Antonio.  No mas chelitas pero si copitas de vino, un whisky o un buen shot de pisco de cuando en cuando.  Cero postres. Absoluta convicción de que ésta vez si la hago, pero me ayudé pagando 4 citas por adelantado así de pura tacaña sigo para adelante.  Además le puse pilas a la balanza del baño que antes no quería ni mirarla.


Y aquí estoy.  A dieta hace dos meses y medio y aunque no lo crean, todavía de buen humor.  Llegué a mi primera meta de 10 kilos menos.  Mi índice de grasa en el cuerpo bajó de 40.1% a 21.6% absolutamente metida en el rango de lo correcto.  Tengo 20 cmts. menos de cintura, bajé 22 cmts de cadera alta y 18 de cadera baja. Aunque tampoco estoy para pelear la corona del Miss Hawaian Tropic con mi amiga chibola Samantha, me siento muy bien, absolutamente motivada y con ganas de seguir adelante.

Ayer fui al sastre llevando 4 pantalones y 2 sacos para que los entallen y tengo otros mas por llevar.  Hoy me puse un pantalón dos tallas menos que no usaba hace mucho tiempo.  Y camino mas derecha y bamboléandome mas! Jajaja!  Es la autoestima resurgiendo.  (Qué miedo).

Mis hijas han prometido darme un diploma por haber llegado a los 10 kilos menos y mi meta es luchar, con fuerza porque se pone dificil, por 5 kilos adicionales menos, donde recibiré otro diploma.

¿El ejercicio?  Bueno pues... Una batalla a la vez.  Pero prometo próximamente conseguir un personal trainer e ir por ese camino también. Mi amiga Mappy me ha prometido recomendarme al suyo.

Gordura no es hermosura... y hay que aceptar que en mi post Soy Gordita y a mucha Honra estaba en la cúspide de mi irresponsabilidad.

 

lunes, 24 de junio de 2013

Transmutación de Obsesiones

Llevo ya dos meses a dieta.  Muy juiciosa.  Muy respetuosa.  Ya voy 9 kilos y medio menos.  Mis hijas están esperando que llegue a 15 kilos menos para regalarme un diploma de honor que ellas mismas me dibujarán.

Llega todos los lunes temprano a mi casa la nutricionista para pesarme, medirme y ver índices de grasa en el cuerpo, mientras mi perro Quispe le salta, la husmea y se quiere subir a la balanza.  Al ser lunes la cita, me obligo a cuidarme en la comida incluso el domingo.  La balanza de mi baño ha despertado de un largo letargo en la que la tenía, donde no quería subirme ni mirarla de puro miedo.  Hoy luce reluciente y contenta en el baño sabiendo que al fin me es de utilidad.

Ya puedo ver los pantalones un poco caídos, al menos una talla menos.  Cada lunes tengo la absoluta emoción de subirme a la balanza y ver que he bajado un poquito mas.  Ya no me duelen las rodillas en los aviones.

Ello me motiva muchísimo. Y sigo con muchas ganas, dejando pasar por delante postres y delicias y pidiendo en una cena un cebiche de champiñones en lugar de un pastel de papa con un buen trozo de carne grasienta.

Ser gordita no es gratuito.  No tengo tiroides a la que echarle la culpa.  Me hice el chequeo y todo, cruzando los dedos para que me digan que sufría de la tiroides y así poder tomar unas pastillitas milagrosas que se llevaran el sobre peso.  Pero no.  Ningún padecimiento con la tiroides.  Mis rollos y mis grasitas son propios y tienen hasta nombre.  Cada antojito está marcado ahí en mi pancita, de manera fatal.  Para no dejarme olvidar que debo comer bien o me lo recordarán todo el tiempo.  Soy sumamente antojada.  Sueño con comida y con postrecitos.  Me encanta visitar los restaurantes nuevos. Ante la ansiedad me da hambre.  Ante el stress me da hambre.  La felicidad me hace comer.  La tristeza me genera ansiedad, entonces me vuelve a dar hambre.

 ¿Qué hago entonces para calmar la ansiedad de no comer?

Pues ya encontré la respuesta el día de hoy.  COMPRAR ZAPATOS. 

Comprar zapatos se ha vuelto mi obsesión sustitutoria.  Ya tenía yo un atisbo de "shoesaholic", pero hoy, es una obsesión declarada.  Y créanme que ¡¡¡me salía mas barato comprar una empanada que un par de zapatos!!!

Ahora navego por Facebook buscando nuevas diseñadoras de zapatos.  Y como estoy complicada con los tiempos en la oficina, pues consigo diversas proveedoras que se dan el trabajo de traerme a mi oficina los zapatos que elijo por internet, para probármelos.  Luego transfiero a su cuenta y el asunto está solucionado.

Compro zapatos diversos, abiertos, cerrados, tacones, chatos, botines, loafers, sandalias, negros, rojos, cremas, animal print, plomos, de cuero, de gamuza, peludos, combinados... ¡absolutamente todo!  todo aquello que siento que se me ve hermoso en el pie y me genera mucha comodidad.  Y luego tengo que llevarlos a mi casa de manera disimulada para que ¡mi esposo no me atrape con los nuevos pares de zapatos!

Espero poder encontrar un nuevo sustituto de la ansiedad, de lo contrario voy a terminar en quiebra.

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