jueves, 14 de febrero de 2013

Cuando alguien se va...


Mi mano derecha en la casa dejará de trabajar conmigo a fin de mes.  Supe que este momento llegaría.  Ella quería ser mamá hace mucho tiempo y desgraciadamente había tenido dos penosas pérdidas.  Sabíamos que en el momento que saliera embarazada tendría que dejarnos para cuidarse y llevar ese embarazo a buen puerto.

El día llegó.  Este lunes llegó a casa como siempre y nos dijo que tenía algo que contarnos.  Nos alegramos mucho por ella, pero curiosamente todos llorábamos porque sabíamos que significaba eso. Después de ocho años, Conchito no viviría mas con nosotros.  Tendría que preocuparse de cuidar su barriguita.

Mis hijas han desarrollado con Conchito una relación muy especial.  Desde que empezó a trabajar con nosotros, no ha habido un solo día en el que no nos dedique una sonrisa y trate con un especial cariño a mis niñas.  Conchito era la persona que me daba tranquilidad mientras trabajaba y especialmente cuando me tocaba viajar.

Cuando nació Lara y estábamos en la clínica, Conchito fue quien entretuvo a Miranda y durmió con ella.  En las múltiples noches de desvelo en que Miranda lloraba sin césar, ella bajaba y solidariamente compartía la mala noche con nosotros.  Cuando Larita estuvo muy resfríada casi sin respirar, fue ella quien atinó a absorberle su naricita y luego llamarme para ir a la clínica.  Regresó a casa muchos 25 de diciembre en la mañana sólo para disfrutar de la felicidad de las chicas con los regalos de Papa Noel.  Muchos 1 de enero también llegó, pese a haber bailado toda la noche, para poder ayudarme con las dos pequeñitas.  A pesar que nos pasamos todo el fin de semana tratando de que Miranda camine sola, fue Conchito quien la vio soltarse el lunes y me llamó entre lágrimas de emoción a contármelo.  Cuando mi sobrina atracó la cabecita de Lara en la pantalla de luz, fue Conchito quien la desatracó.  Fueron miles de caminatas al nido para recoger a las niñas, muchos cumpleaños a los que las llevó, lloraba en las actuaciones conmigo, disfrutaba los cuentos de las niñas, la tenía que botar del cuarto cuando tenía que corregir a las chicas para que no se pusiera a llorar con ellas, miles de peinados hermosos, sabrosas papillas, delicados baños, todo en manos de Conchito.

Pero no solo es luz para mis hijas.  Masajeaba mis pies con cariño cuando los tenía hinchados por el embarazo.  Me tiñó, planchó y peinó el pelo en muchas oportunidades.  Me hizo la manicure y la pedicure, levantó la basta de mis pantalones, nos cocinó deliciosos platos ¡su arroz con pollo es de dioses!  Nos acompañó a varios viajes familiares.  Nos reclamaba cuando las niñas crecieron y ya no la llevábamos.

Mis hijas están muy tristes, Miranda llora todos los días.  Aunque sabe que Conchito está haciendo lo correcto, no puede dejar de pensar que no la tendrá a su lado a diario.  Tampoco sé yo como aprenderé a organizarme sin ella.  Tendré que trabajar mucho con mis enanas para que aprendan a vivir sin ella.  Tendré que yo misma aprender a vivir sin ella.

Esperemos que todas las promesas de vernos, llamarnos y mantener contacto las cumplamos. Conchito es y será siempre parte de esta familia.

Mis bendiciones gordita linda, vas a ser la mejor madre del mundo.

4 comentarios:

  1. Cuando alguien de la familia se va, aun sabiendo que se va por un motivo feliz, es inevitable sentir la pegada. Que todo le vaya bien a Conchito y a su bebé.

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  2. Así es Gaby. La pena es muy profunda. Poco a poco iremos acostumbrándonos.

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  3. Me imagino que Conchito te leerá y se emocionará no todo el mundo deja una huella tan profunda en una famila.

    Mucha suerte para Conchito y que le vaya muy bien.
    Un abrazo para tí y otro y Conchito por supuesto

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  4. Gracias Chelo. Conchito es muy especial.

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