Llevo ya dos meses a dieta. Muy juiciosa. Muy respetuosa. Ya voy 9 kilos y medio menos. Mis hijas están esperando que llegue a 15 kilos menos para regalarme un diploma de honor que ellas mismas me dibujarán.
Llega todos los lunes temprano a mi casa la nutricionista para pesarme, medirme y ver índices de grasa en el cuerpo, mientras mi perro Quispe le salta, la husmea y se quiere subir a la balanza. Al ser lunes la cita, me obligo a cuidarme en la comida incluso el domingo. La balanza de mi baño ha despertado de un largo letargo en la que la tenía, donde no quería subirme ni mirarla de puro miedo. Hoy luce reluciente y contenta en el baño sabiendo que al fin me es de utilidad.
Ya puedo ver los pantalones un poco caídos, al menos una talla menos. Cada lunes tengo la absoluta emoción de subirme a la balanza y ver que he bajado un poquito mas. Ya no me duelen las rodillas en los aviones.
Ello me motiva muchísimo. Y sigo con muchas ganas, dejando pasar por delante postres y delicias y pidiendo en una cena un cebiche de champiñones en lugar de un pastel de papa con un buen trozo de carne grasienta.
Ser gordita no es gratuito. No tengo tiroides a la que echarle la culpa. Me hice el chequeo y todo, cruzando los dedos para que me digan que sufría de la tiroides y así poder tomar unas pastillitas milagrosas que se llevaran el sobre peso. Pero no. Ningún padecimiento con la tiroides. Mis rollos y mis grasitas son propios y tienen hasta nombre. Cada antojito está marcado ahí en mi pancita, de manera fatal. Para no dejarme olvidar que debo comer bien o me lo recordarán todo el tiempo. Soy sumamente antojada. Sueño con comida y con postrecitos. Me encanta visitar los restaurantes nuevos. Ante la ansiedad me da hambre. Ante el stress me da hambre. La felicidad me hace comer. La tristeza me genera ansiedad, entonces me vuelve a dar hambre.
¿Qué hago entonces para calmar la ansiedad de no comer?
Pues ya encontré la respuesta el día de hoy. COMPRAR ZAPATOS.
Comprar zapatos se ha vuelto mi obsesión sustitutoria. Ya tenía yo un atisbo de "shoesaholic", pero hoy, es una obsesión declarada. Y créanme que ¡¡¡me salía mas barato comprar una empanada que un par de zapatos!!!
Ahora navego por Facebook buscando nuevas diseñadoras de zapatos. Y como estoy complicada con los tiempos en la oficina, pues consigo diversas proveedoras que se dan el trabajo de traerme a mi oficina los zapatos que elijo por internet, para probármelos. Luego transfiero a su cuenta y el asunto está solucionado.
Compro zapatos diversos, abiertos, cerrados, tacones, chatos, botines, loafers, sandalias, negros, rojos, cremas, animal print, plomos, de cuero, de gamuza, peludos, combinados... ¡absolutamente todo! todo aquello que siento que se me ve hermoso en el pie y me genera mucha comodidad. Y luego tengo que llevarlos a mi casa de manera disimulada para que ¡mi esposo no me atrape con los nuevos pares de zapatos!
Espero poder encontrar un nuevo sustituto de la ansiedad, de lo contrario voy a terminar en quiebra.
¿Has visto la película "On her shoes"? Anda, búscala... ya verás por qué te lo digo.
ResponderEliminar;)
Descubrirás la práctica del deporte como la panacea a todo esto,no te compliques,boicot a las zapatería
ResponderEliminarSL2